miércoles, 6 de enero de 2010

De los nombres propios


Cuando alguien dice que todos somos iguales, está cometiendo un error, o bien manipulando una verdad. Si bien es cierto que todos debemos ser iguales ante la ley, y que no debemos ser prejuiciados por elementos aleatorios como raza, etnia, color de piel, religión o condición sexual, no podemos negar que cada persona es diferente. Existe pues, una marca que nos identifica y nos distingue que nos hace únicos e irrepetibles. Uno de estos elementos que nos diferencian es el nombre propio. Es nuestra huella más visible y sonora.

Es muy agradable cuando alguien se recuerda de nuestro nombre. Es agradable sentir que alguien se acuerda de nosotros. Esto refleja que nos han tomado en cuenta. Al hombre le gusta que su nombre trascienda. Es por eso que muchos para ganar el favor de alguien, le ponen su nombre al proyecto que tengan y de esa manera esa persona siente que su nombre trascenderá.

Por ejemplo los grandes dramaturgos renacentistas y barrocos como Lope de Vega, Calderón, Shakespeare, Moliere, tenían la particularidad de dedicarle a sus respectivos reyes sus obras de teatro. Es por eso que todos hacían un prefacio de una pagina aproximadamente, donde agasajaban al rey con su nombre. Al hacer esto, los reyes sentían trascendentes y cubrían con todos los gastos. De la misma manera en nuestra actualidad Sofía Imber uso su epónimo para trascender y así conocemos el “Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber”, por lo menos, hasta que la revolución lo desplomó.

En nuestro trópico cercano, es muy sabroso ponerles apodos a nuestros amigos. Desde hipocorísticos (del griego hypokoristikós: acariciador) de los más sencillos como que una Maria Fernanda se convierte en “Mafe”, un Enrique se convierte en “Kike”, hasta sobrenombres más extraños como que un “Johan” puede convertirse en un “Cucu” o un “Carlos” en un “Polo” o de un José Alberto a un “Coco” .

Indudablemente dentro del compañerismo y entre amigos esto es de lo más normal y no tiene consecuencias mayores. Sin embargo, para un negocio o un proyecto en el que queremos que nuestros clientes y usuarios se sientan satisfechos, es necesario que recordemos su nombre completo.

Vemos así pues lo importante que es para una persona que recordemos su nombre con claridad por muy difícil que sea pronunciarlo o escribirlo. Debemos hacer memoria para recordarnos de todas las personas que conocemos porque no sabemos que vueltas da la vida y cuando y dónde nos la podemos encontrar. Finalizo con una frase del sociólogo norteamericano Dale Carnegie: “Recuerde que para toda persona, su nombre es el sonido más dulce e importante en cualquier idioma”

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