jueves, 15 de septiembre de 2022

OneWay

                            “El arte es una mentira, que nos acerca a la verdad”.

                                                                                        Pablo Picasso



Decir que OneWay es una buena película, es quedarse corto. La historia de una madre soltera luchando por sobrevivir en un ambiente hostil, es una historia que se ha contado muchas veces. Aquí está la primera fortaleza de esta película, porque te engancha de principio a fin. No es qué cuentas, sino cómo lo haces.


Una buena historia siempre debe caminar en la cuerda floja entre la coherencia intelectual y el impacto dramático. La coherencia intelectual no es culturizar a la audiencia, o usar el didactismo para enseñar con un fin moralizador, (como pensaba Brecht que debía ser el teatro). La coherencia intelectual es la sucesión lógica de eventos que debe seguir una historia para que no sea confusa a la audiencia.


En esto OneWay excede con su guión bien escrito, dialogado y mejor actuado. No sobra escena alguna. El impacto dramático está presente en toda la película. Está llena de momentos de lo que llamarían los griegos el Pathos. La película se toma sus momentos para adentrarse en la psicología del personaje principal, Emiliana (Daniela Alvarado), para emocionar con el dolor, la tristeza y la ansiedad que a lo largo de su viaje conecta y produce la ansiada catarsis de la doble hipnosis, al mejor decir del maestro Chocrón.


La metaficcionalidad de esta película no se puede pasar por alto. Nancy (Carmen Julia Álvarez) interpreta a una figura maternal para Emiliana, y Daniel (José Manuel Suárez), el de una potencial pareja. Una escena que sirve para introducir al personaje de Daniel, y es parte del discurso “meta” del director/guionista Carlos Malavé, es esa donde ambos se están tomando un café y unos fans se le acercan para pedirle un autógrafo a Daniel, pues es famoso por una ONG que tiene.


La principal temática es la ansiedad y depresión que puede llegar a producir vivir en Venezuela. Los temas subyacentes como la escacez de gasolina, la deserción estudiantil, la emigración en masa, los bajos sueldos, la inflación en dolares y los apagones, sirven para presentar al personaje principal y entender la totalidad de su conflicto. Cosas que quizás los venezolanos damos por hecho, pero que es necesario para cualquier persona que vea esta película y no sabe ni dónde queda Venezuela.


La ONG de Daniel sirve para introducir el tema politico, sin necesidad de politizar la película. Es una organización que se dedica a defender a los presos políticos. Las imágenes de las protestas del 2016 a través del lente fotográfico son estremecedoras. Carlos Arráiz, que hace el ex-esposo de Emiliana, es un hombre desagradable. Un patán lleno de ira,  y sin embargo tuvo el director la experticia de darle un trozo de humanidad al final de la película. Al final todos somos humanos, con luces y sombras, y crear personajes sólo con luces o sólo con sombras es maniqueo. 


Es una película sencilla, con un presupuesto apretado, y sin ninguna pretensión. Además hay que agregar que se filmó en los peores momentos de la pandemia. El director Carlos Malavé acevera que “OneWay no es un drama convencional, es una película universal contada desde un contexto específico. Es una película dura con personajes sometidas por un poder que no se ve, pero se siente. OneWay, el viaje sin retorno de una mujer que se rompe en un momento determinado, pero que logra salir adelante gracias a la empatía, la amistad y el amor”.


martes, 24 de mayo de 2022

La cena de los idiotas: Un delicioso TBT








 “Idiota”, según el DRAE en su segunda acepción lo define como “Engreído sin fundamento para ello”. Fernando Savater en su libro Ética para Amador lo define comopersona aislada, sin nada que ofrecer a los demás, obsesionada por las pequeñeces de su casa y manipulada a fin de cuentas por todos.” 


La más reciente producción del GA80 en el Trasnocho, “La cena de los idiotas”, nos remite a ese idiota que, aviso de spoiler, nos conseguimos desde la primera escena de la pieza. Un redomado idiota llamado Pedro (Héctor Manrique) que se reúne todos los miércoles con sus amigos, para burlarse de otros, que ellos consideran que sí lo son. 



Benito Pinto, (Basilio Álvarez), el supuesto idiota, viene a cambiarle la vida a Pedro. Pinto es un adulto con un niño interno muy grande, y tiene el hobby de hacer maquetas con palitos. En su opuesto Pedro es un tipo gris, que llena su vacío burlándose de los demás. La obra por antonomasia nos habla de la tolerancia, o la falta de ella cuando la imbecilidad nos nubla el entendimiento. ¿Qué sucede si la vida se nos voltea y necesitamos la ayuda de quién menos esperamos? Rehacer esta obra, comenta su director Manrique, fue idea de Basilio, que está de regreso al país. 


El resto de la obra es pura carpintería, comedia de enredos, personajes arquetipos, confusiones, y graciosos diálogos que tan bien saben concatenar los hijos de Molière. ¿Funciona el montaje? Por supuesto. Principalmente por la química que tienen en escena Basilio Álvarez y Héctor Manrique. Tan bien funciona que se ha agregado el jueves a la programación del Trasnocho.


Tiene además esta pieza un agregado cultural invaluable, y es que Pedro León Zapata en vida, pintó varios cuadros para esta pieza en particular. “Qué alegría tan grande ver mi obra pictórica engalanando, de alguna manera, esta cena de humoristas, digo, de idiotas. Mi presencia en esta fiesta no tiene ningún mérito y tal vez, a los espectadores les agregue muy poco atractivo. Sin embargo para mí, este es uno de los momentos más importantes de mi actividad como artista plástico;” comentó Zapata en su tiempo. 


El público venezolano que busca evadirse encuentra un bálsamo, en esta pieza que logra destornillar de la risa a la audiencia y por un par de horas logrará que se olviden de la realidad del país. Y para los que tienen varios años viendo teatro, como mi persona, un #TBT para recordar mejores tiempos. Aquellas comedias de esa época que trajeron tanto público al teatro como Taxi, Art, Toc-toc, El favorito de Dios, y otras tantas piezas maestras de la evasión.