viernes, 6 de julio de 2018

La íntima del presidente

Hay un aspecto de la crítica teatral del cual me cuido y es resaltar como aspecto deficiente lo que uno como crítico desearía que estuviera en la obra o cómo uno lo haría diferente. La crítica debe partir de la obra y sustentarse en lo que ella ha puesto en escena. “La íntima del presidente” es una obra dramática o melodramática (como el mismo autor la califica) que tiene un alto porcentaje de sucesos y personajes históricos que procuran darle un marco referencial al drama de una mujer y sus anhelos. El dramaturgo (Javier Vidal) se esmera en narrar referencialmente hechos históricos nacionales e internacionales para darle así más importancia a ellos que al drama de Estrella, quien es el personaje al cual se refiere el título.

Dos narraciones paralelas describen la estructura de la obra, la vida política del presidente Medina y el drama humano de su amante Estrella. No tanto por el título, como por el planteamiento de la obra, el espectador cae en la trampa de pensar que la obra trata sobre el drama humano de Estrella y no de los accidentes de un presidente frustrado por las decisiones que tomó en su periodo presidencial. Son muy pocas las referencias al drama interno del presidente, solo una, su frustración por no llenar sus propias expectativas. Sin embargo, mucho mejor construido está el personaje de Estrella porque parte de un drama interno para exteriorizarlo en sus deseos y dificultades para ser la primera dama de la república. El personaje del presidente lleva el rol principal, dejando de lado a quien prometía ser la protagonista de la historia, no solo por su atractivo, sino porque así lo hizo ver el dramaturgo al inicio de la obra. El personaje de Uslar, es una pared de rebote para que el presidente pudiera exteriorizar las dificultades de su gestión. En sí, carece de drama, que no sea por una frase que refleja su parecer sobre el exilio. Lo que no se puede negar, es la docta investigación que sirvió de base para el drama histórico, aunque la misma hiciera que el argumento quedara en un ámbito localista. Faltó lo que Shakespeare hizo en sus dramas históricos, nunca perder la humanidad de los personajes.

A nivel de actuación, destaca primeramente el trabajo de Jan Vidal Restifo que, a partir de la imitación extraordinaria de la voz de la persona referida, alcanzó una expresión corporal acorde con el personaje interpretado. Gonzalo Velutini, siempre ilustrado en los menesteres del comportamiento distinguido, hace un presidente templado, del que podría decirse que cohíbe la manifestación de sus emociones debido al rol que interpreta. Alguno que otro grito lo sacan de su obstinado rol de líder y justamente pasa cuando pierde el control con “La íntima”, que es la piedrita en el zapato que lo perturba, porque ni sus hijos provocan emociones en él. Confieso mi ignorancia respecto a la personalidad de Medina Angarita, pero confiando en la investigación del dramaturgo, Velutini alcanza los niveles de exigencia del personaje. Y he dejado de último a Julie Restifo, como se deja de último a la actriz más importante a la hora de recibir los aplausos, porque sencillamente sobre sus hombros llevó el personaje más encantador y consistente de la obra. Ella interpretó un personaje complejo que se debatía entre los principios de una mujer burguesa y el desaforado deseo de ser primera dama. Va desde la súplica hasta la venganza y eso lo siente el espectador, no solo porque lo dicen los diálogos, sino que lo expresa la actriz con su talento y buen decir de cada frase. La magia del teatro, una vez más, le concede la gracia de verse perfecta para el personaje porque lo hace humano y verosímil.
Evidentemente hay otros aspectos que conforman un espectáculo como este, pero destaco lo que se tiene que destacar. Disfruto del talento expuesto sobre las tablas y refiero con seriedad la invitación a ver la obra.
Martin Hahn
Julio 2018