lunes, 30 de mayo de 2016

La Crema y Nata



La sala Rajatabla se despidió ayer del grupo Deus ex Machina, a sala llena, con la obra La Crema y Nata, obra escrita y dirigida por Elvis Chaveinte, con las actuaciones de Gabriel Agüero, Ángel Pájaro, Theylor Plaza, Abel García, Rafael Carrillo, Homero Chávez, Julio César Marcano, Anthony Castillo, Rossana Hernández y Lismar Ramirez.

La Crema y Nata, hace referencia al decir francés La Creme de la creme, que hace referencia a una élite culta, intelectiva, es pues la ironía en la que se desarrolla toda la obra, porque sucede en una cárcel en medio de una guerra de mafias de baja ralea.

La obra tiene personajes simbólicos, otros alegóricos, unos acertados, otros no, y se maneja dentro del plano de la parodia. Entre los personajes acertados está el pran mayor al que llaman Papá Pitufo (¿Guiño a Padre Ubú?), en alegoría a Chávez, varios personajes simbólicos como el Bebé, al que interpreta Gabriel Agüero, un personaje paralítico que se mueve con gran dificultad, a través de sillas de ruedas y bastones de apoyo para su condición. Este personaje, es simbólico pues representa a toda la oposición que masacrada por Papá Pitufo, se convierte en un líder débil; otro personaje simbólico acertado es un pariente de Papá Pitufo al que le cortan la mano y le quitan un ojo, símbolo de la justicia venezolana que ha quedado tuerta y manca. Por último, un militar correveidile, que hace de doble agente y que busca comisión de todos los bandos, la supuesta “institucionalidad” de la fuerza armada, claramente.

Entre los personajes no tan acertados, está El Poeta, al que Papá Pitufo deja de sucesor, en un momento de la obra. Si ésta es una obra cargada de simbolismos y alegorías, no tiene sentido hacer alegoría del sucesor en un personaje que maneja la palabra. Simplemente no cuadra. Hay otro personaje, Chiquito, que es la mano derecha del Bebé, que no se desarrolla en su totalidad, pues no comprendemos la razón de su final traición.

A nivel de texto, la obra se hace pretenciosa al querer hacerla neo-barroca innecesariamente, pues no corresponde a los personajes planteados. También se nota que el autor confunde en muchas escenas la conversación con el diálogo, esto es lo más grave, pues una parodia debe de tener un ritmo trepidante y ágil y lamentablemente se convierte en un plomo, al abusar además de los chistes, incumpliendo una regla inmutable para cualquier comedia, “nunca repitas el mismo chiste más de tres veces”.

Por último, las actuaciones están todas a la altura, especialmente el personaje de Gabriel Agüero quien lleva las escenas más ágiles, y quien creó más redondamente a su personaje.