lunes, 7 de noviembre de 2011

Platón y la visión Judeo-cristiana





Nombrar a Platón es ubicarnos en el primer peldaño de la larga escalera de la cultura y el pensamiento occidental. Hay quienes pudieran objetar este giro literario fundacional ya que antes de Platón, fue Sócrates quien dio esos primeros pasos del humanismo de occidente. Sin embargo, es Platón quien nos legó el pensamiento de Sócrates, quien escribió, quien documentó, quien, en última instancia y especulativamente, inventó a un Sócrates que jamás llegó a escribir una sola palabra. Existen teorías poco sostenibles de que Sócrates es un personaje creado por Platón para ilustrar sus diálogos. Incluso, si esto es falso, el primero en crear un sistema moral propiamente dicho, fue Platón y no Sócrates. Y eso es lo que ahora nos despierta interés e inquietud.

Platón es considerado por muchos un idealista que llegó a las mismas conclusiones de la visión judeo-cristiana sin haberlo conocido, aunque también por sus radicales formas políticas un pre comunista. El historiador Indro Montanelli comenta al respecto: “Es imposible, dada su vastedad, resumir la doctrina de Platón. Pero resulta bastante claro qué clase de hombre fue. Nietzshe le llamó “un precristiano” por algunas anticipaciones teológicas y morales. (…) En el terreno moral, es un acérrimo puritano. Y en política un totalitario que, de vivir hoy, recibiría el “premio Stalin”. Propugnaba la censura en la Prensa, el control del Estado sobre los matrimonios y la educación, proclama la disciplina como más importantes que la verdad”

Al estudiar a Platón nos encontramos con una de las visiones más universalistas del hombre. Esto es en el sentido de que el hombre tiene en su ser unas características que son inmutables y eternas tal como lo califica Jostein Gaarder “Lo eternamente verdadero, lo eternamente hermoso y lo eternamente bueno”. Estas bases son las mismas con las que coincide la visión judeo-cristiana del hombre.

Al referirnos a lo “eternamente bueno”, podemos plantearlo de dos formas. La primera es que el hombre es y ha sido desde el principio de los tiempos, bueno, y eso es algo que no va a cambiar nunca porque está dentro de su naturaleza. El segundo planteamiento es que como lo bueno es lo natural, entonces el mal no es más que un defecto de ese ser bueno. En ese sentido el bien triunfará sobre el mal porque todo se perfecciona a sí mismo, nadie busca hacerse cada vez más imperfecto. Platón no plantea el mal como un ente, como lo hace Hegel. Para Hegel el bien triunfará sobre el mal porque va a existir una lucha eterna entre ambos entes hasta que el primero destruya al segundo.

Esto podría llegar a ser una visión errada del mundo, porque según la interpretación marxista de Hegel, el proletariado, ente bueno, luchará constantemente contra la burguesía, ente malo, hasta destruirlo y entonces habrá felicidad porque se habrá terminado la explotación y la maldad en el mundo.

Esta interpretación marxista es aún más desastrosa porque busca la felicidad de un grupo poblacional negando a un tercero, partiendo de la hipótesis de que es la causa de los males en el mundo. Este es el riesgo evidente de darle al mal un ente. El capitalismo puede tener imperfecciones, males, pero no puede ser un ente, per sé malo, porque nunca es intención de los hombres hacer mal por mal.

Otro punto conectivo entre la visión judeo-cristiana y Platón es su necesidad de búsqueda de interacción con el espíritu. Platón plantea que se llega a este nivel por dos vías. La primera es la mortificación, es decir, el castigo del cuerpo. Renunciamos a los bienes materiales (que son bajos y ruines) para conseguir unos espirituales (que son elevados). Encontramos aquí frases de San Pablo, que nos ayudan a iluminar esta visión, ligadas a esta mortificación como por ejemplo lo son “morir me es una ganancia” “deseo ser disuelto”, “castigo mi cuerpo”, “mortifico mis miembros”, “buscad las cosas de arriba, pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra; estáis muertos en efecto”.

La segunda es haciendo catarsis. La idea platónica de catarsis parece estar ligada también al sufrimiento. Sufrimos para llegar al éxtasis espiritual, por llamarlo de algún modo. Sacrificamos cuerpo para liberar espíritu y de esta forma nos prepararnos mejor para la muerte. Según esta creencia, esto puede ayudarnos fácilmente, a desprendernos del cuerpo. No es un llamado al suicidio, es una preparación para la próxima vida que será sin el cuerpo. Ésta es exactamente la visión judeo-cristiana donde el alma llega al paraíso y allí permanecerá por los siglos de los siglos hasta el día del juicio final.

Por supuesto que para la escuela racionalista iniciada por Aristóteles, todo esto es absurdo. La razón busca la preeminencia de la vida haciendo el bien en la tierra, por ende la mortificación es innecesaria, sin embargo la catarsis sí, aunque para Aristóteles tenga un significado distinto. La catarsis aristotélica responde pues a una necesidad del ser humano liberar un peso que lleva adentro, para aligerarse de los problemas que pueda tener en su vida bien sea llorando (viendo una tragedia) o riendo (viendo una comedia).

El tercer punto es la condición perfectible del hombre. Si el ser humano es bueno por naturaleza, y Dios es todo el bien puro que existe en el mundo, entonces el hombre debe buscar lo que para su perfección es ideal. En ese sentido se asemeja a Dios. Si Dios es perfecto, el hombre que es imperfecto, debe buscar acercarse a lo mejor porque es en la imperfección del hombre donde está el pecado. Para Platón existía un mundo de ideas perfectas. Esto podría traducirse en el Paraíso cristiano, donde habita Dios, es decir el Bien perfecto, donde no existe el mal ni ser imperfecto alguno.

Tenemos aquí pues una aproximación interesante sobre Platón y lo que los judíos y cristianos rescatan sobre él. Ya vimos que no es todo. El ámbito político no es rescatable porque es muy radical con sus ideas colectivistas. La política es mejor dejársela a la tradición Aristotélico-Tomista.