jueves, 16 de marzo de 2023

¡GRACIAS!

Si hubiese sabido que Basilio Álvarez escribió el reconocimiento que me hizo la fundación Fernando Gómez, quizá hubiese escrito algo más sobre mi paso por el grupo Skena. Fue sinceramente una velada maravillosa. La entrega la hizo Gerardo Soto, que tiene para mí una significación también muy importante. Gerardo, como él mismo dijo en la ceremonia, me cargó cuando era un bebé, como un tío abraza a su sobrino. No puedo sino estar agradecido. Con el grupo Theja, que me vio crecer desde un bebé, con Skena que vio mi proceso de adolescencia, JOTA CREATIVA, que me han sostenido en la adultez, mi papá, y han creado las condiciones para mi florecimiento como artista.

 

Aquí, en modo de agradecimiento, transcribo las palabras que Basilio escribió para mí, y seguidamente, mi medio polémico discurso de agradecimiento a la fundación Fernando Gómez:

 

“A mediados de 2005 con apenas 16 años, Jan Vidal se inscribía en el taller juvenil de formación actoral del grupo teatral Skena que comenzaba a funcionar en el Teatro Trasnocho, iniciando así su primer proceso de estudio formal de la actividad teatral, que ya sin pedirle consentimiento ni permiso llevaba en la sangre, en el sudor y en los sueños que su inconsciente guardaba desde recién nacido, ya que como él mismo afirma “desde la cuna estoy en el teatro, todo el Grupo Theja me cargó cuando era un bebé”: y si bien esto es cierto, no es para nada suficiente que un bebé viva, conviva y patee un escenario, o juegue y corra por los pasillos de un teatro importante, ni que sus padres y padrino formen parte de uno de los grupos más importantes del país para definir su vocación ni su pasión en la vida.

 

Si bien Jan podría considerarse heredero de una tradición teatral que su familia ejerce desde décadas, Jan Vidal no es herencia, Jan es esfuerzo propio. Y por eso recibe este reconocimiento.

 

Así lo demostró desde sus primeras obras de taller cuando original, desinhibido, libre, valiente, pasando por encima de todas las dificultades y aparentes limitaciones, consiguió por sobre todos sus demás compañeros un grado de verdad y honestidad que comenzó a destacar su trabajo con un desparpajo creativo que lo llevó a no censurarse jamás y ser un joven de teatro que camina hacia el hombre de teatro que algún día será.

 

Él mismo comentaba cómo desde pequeño, visitaba el Teatro Alberto de Paz y Mateos, donde presenciaba el trabajo de dirección de su padre con el grupo Theja… “Me llevaba mis juguetes para jugar mientras mis padres ensayaban” y quienes respetamos hoy su trabajo nos atrevemos a fantasear que quizá el niño Jan era quien en realidad volaba con su mente y ensayaba la creación de mundos nuevos y fantásticos mientras su padre era el que jugaba.

 

La mente de Jan vuela muy rápido, a una velocidad que le permite crear más allá de su cuerpo, que a veces no le permite comunicarse y hablar a la misma velocidad a la que su cerebro inventa, por eso en algunos momentos sus fantasías se hacen realidad en papel por medio de la escritura donde ha sido capaz de pasearse por las calles de un cementerio de Casas Muertas con la misma destreza con la que cabalga entre las líneas de una Calva Diva coqueta y tremenda con la que se atreve a guiñarle el ojo a Ionesco o convertirse de forma natural en un gallego emigrante que se pasea por la Caracas de los años cincuenta en “La catira del general”, hasta dibujar sobre sí mismo a un Uslar Pietri que juega con sus amigos invisibles, esos seres invisibles a los que Jan descubre y se enfrenta hasta vencerlos porque el ser de Jan ha sido desde que se inició en las artes escénicas, un ser creador que involucra cada célula de su cuerpo y cada uno de sus sentidos en su trabajo, con la particularidad de que cada uno de ellos están en acción constante todo el tiempo. Por eso en sus interpretaciones, cada parte de su cuerpo juega con esa aparente discrepancia que al final consigue la armonía.

 

Jan es el ejemplo perfecto de que por encima del talento, el legado, la herencia y el apoyo familiar, que los tiene, los valora y dignifica, está su talento, capacidad de trabajo y entrega convirtiendo su circunstancia en herramientas alternativas de trabajo que distinguirán de los demás creadores de su generación”.

Basilio Álvarez.

 

Fernando Gómez era referencia obligada cuando comencé a hacer teatro. Del oráculo de ancianos, junto a muchos otros como Isaac Chocrón, Ligia Tapias, Ugo Ulive. No saber quién era, significaba una falta de cultura general grave. Varias veces coincidimos como espectadores de alguna pieza teatral, pero jamás pensé verlo en escena.

 

Es un impacto ver a un actor nonagenario invistiendo a un abogado, solo. Sin juez, ni fiscal, ni testigos. Sólo la defensa. Es teatral, por supuesto. Y al final el público se lleva si el abogado tenía una causa justa o no. En lo que no había debate era en la interpretación de sus palabras. La tan mentada verosimilitud. Estoy hablando, por supuesto, de su obra “El juicio del siglo”. También te pone a pensar, que el actor no se retira, mientras respire. Aquí hoy tenemos una prueba viviente de ello. Jorge Palacios, que a sus 80 años hizo King Lear con una energía impresionante. A quien sí se debería obligar a retirarse es a los políticos, pero bueno, prometí no hablar hoy de política.

 

Tania Sarabia nos deleita con su vis cómica, y nos recuerda que “la vida es un ratico”. Virginia Aponte que estuvo años formando gente en la UCAB. Luigi Schiamanna creo que la primera vez que lo vi actuando fue haciendo La pareja dispareja de Neil Simon… ¡Morcillero! Y aunque no siempre estoy de acuerdo en la duración de sus obras… son un gran aporte a la dramaturgia venezolana.

 

Gerardo Soto, que lo conozco desde que tengo memoria, porque como saben, yo soy del team Theja, aunque nunca haya trabajado allí. Por ahora… Y ahora que recién vi en el festival de jóvenes directores Geranio, me acordé de uno de los mejores personajes que ha hecho. Si no han visto todavía “El Malquerer”, les queda este fin.

 

Igual toda mi primera formación la hice allí en el Theja, porque viendo se aprende mucho. La primera obra que recuerdo haber visto fue en el Alberto de Paz y Mateos. Calderón era un maestro de la palabra, barroco como sólo él podía ser, y era Luis Fernández con una energía tan poderosa que me marcó. El Príncipe no se llama constante, sino Fernando, que es constante en su fe. Así crecí yo. Rodeado de hombres y mujeres constantes en su fe por el teatro. Empezando por mis padres, Javier Vidal y Julie Restifo.

 

Mis padres que han dejado tantos personajes emblemáticos: Mateos y Estrella del Río, la Mamá de Penélope, Diógenes Escalante, Estrella Serfati, El primo Levi, La señora Imber, Isaac Chocrón, Teotiste y Tiresias, las mamás de Grecia, La sufrida Carmelita, mamá de Carmen Rosa, y El ácido y al mismo tiempo dulce señor Cartaya de Casas Muertas … ¡Armando Reverón! un personaje que hereda mi papá de Fernando Gómez… Seguía estando vivo cuando mi papá lo hizo. Y ya no le pertenecía a él, lo aceptó así con la mayor de las humildades. ¡Bernarda Alba! ¡Qué tino! Hacer la Casa de Bernarda Alba con actores representando mujeres en la Andalucía mora… ¡Brillante!

 

Orlando Arocha me acompaña en esta premiación, ¡Qué honor! Orlando que, desde su trinchera en la Concha Acústica de Bello Monte, sigue apostando por su teatro. Me quedé boquiabierto con ese Moliere de Goldoni. Y ahora que me reúno tanto con él por las clases de su taller de dirección, quiero retrotraer una reflexión que hizo en una de sus clases. Los que se acostumbran a estar encima de alguien, cuando ya no lo están, no saben caminar con sus propios pies. Y ese es un mantra que me llevo de su taller superior de dirección, “camina con tus propios pies”, y este premio es y será un incentivo. Un recordatorio de en lo que tengo que trabajar.

 

Y bueno, esta circunstancia biológica que no puedo negar me convierte en un Nepobaby que le dicen ahora. Si no saben de lo que hablo, googleenlo. Soy lo que soy, si me gané este premio es porque hay un jurado que cree que lo estoy haciendo bien. Con eso me basta. Un incentivo para seguir haciendo un teatro de excelencia.

 

Un teatro que dialogue con el público, en contacto con la realidad venezolana, que entretenga, que emocione, que cuente buenas historias. Exigente, de calidad…  ¿No es eso lo que queremos todos? Más allá de nuestras diferencias artísticas, debemos enfocarnos en lo que nos une. Nos une el amor, nos une nuestra dedicación, nos une nuestro talento, nos une nuestra entrega, nos une el teatro. Así que bueno, mi agradecimiento a toda la junta: Virginia Aponte, Francis Rueda, Tania Sarabia, Luigi Sciamanna, Gerardo Soto, Kiddio España, Carlos Silva, a mi señor padre, y a los ganadores del año pasado, Aura Rivas, Yuma y Abilio Torres, que entiendo también tienen derecho a votar para esta edición. Ahora me toca la responsabilidad de dar mi voto por este premio. Este año no tengo excusas para no ver teatro. ¡Sigamos haciendo!

 

Jan Vidal

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