domingo, 12 de marzo de 2023

Mi apuesta

 ¡Es época de Óscares! Todos están inmersos en una quiniela, una apuestica, un cotilleo cinematográfico. Pero yo me he dedicado a ver el festival de jóvenes directores. 



Después de haberlas visto todas, mi apuesta es por “El malquerer”. Y ya me dirán algunos que estoy parcializado por mi hermana, pero hago mi mejor esfuerzo por desligarme de toda emoción para dar un veredicto certero. 


La obra equilibra muy bien el diálogo entre el director, el dramaturgo y el versionista. Andrés Moros (director) hace un tributo a García Lorca, y al mismo tiempo maneja su propio discurso a junto con el versionista. Jeizer asesina a Lorca desde el respeto. No con intención de destruirlo, sino de ponerlo al servicio de sus intereses. 


Uno de los principales cambios a nivel dramatúrgico, que podría ser lo más drástico, es un intercambio entre el personaje de Leonardo y su esposa. En esta versión la novia no huye con Leonardo, sino con su esposa. Es un swap-gender que revela la temática que le interesa hablar.


Funciona porque, en general, los personajes femeninos de Lorca tienen una energía masculina muy marcada: “Cómo me gustaría ser un hombre”, suspira la novia. Lo contrario también sucede, y es que el personaje del novio es frágil y dependiente de una madre castradora, que desde la primera escena le confiesa, que hubiese preferido tener una hembra. Entonces sí cabe dentro de una posibilidad de lectura, que la novia prefiera a una mujer, que al marido que le va a tocar. 


A nivel musical es gloriosa. Hay una mezcla de canciones lorquianas con las del primer álbum de Rosalía, que hilan la historia en un arreglo que sirve a la dramaturgia de la pieza. 


Las actuaciones son impactantes. Un cast de primera, con Verónica Arellano, que hace una madre potente, energética. Rafael Monsalve hace el padre de la novia, también con mucha presencia, en especial con las escenas que tiene con Verónica. El elenco joven no se queda atrás, Claudia y Josette, tienen una química en escena explosiva. Jeizer Ruiz (el novio) completa el triangulo amoroso con una presencia en escena importante. 


El resto del elenco, de soporte, también está muy bien, Jessica Arminio, que hace de la criada de la novia, le da un frescor gracioso a su personaje. María Britto, hace la vecina de la madre, y Verónica León y Camila Borjas que completan el cast dentro de varios pequeños personajes. 


Una de las pruebas de fuego que tiene que pasar un director, a la hora de enfrentarse a una obra como “Bodas de Sangre”, es resolver la entrada de “La Luna”. Cuando las amantes huyen al bosque, la obra se transforma en una fantasía. El autor exacerba el lenguaje poético para darle a la Luna y a la mendiga una dimensión extra sensorial. La resolución fue gloriosa: Las tablas entran a escena, para darle espacio a Carmen Terife que baila flamenco y recita los poemas de Lorca. La imagen es poderosa. El ritmo no cae, y la imagen enlaza con el final trágico de los cuchillos.


En este momento de la historia, Lorca usa el recurso de manera magistral de lo que se conoce en dramaturgia como “La pistola de Chejov”. Si muestras una pistola en escena al principio, es porque va a ser disparada al final. En este caso, Lorca troca la pistola por un cuchillo. En la primera escena el novio le pide el cuchillo a la madre para “cortar unas uvas”. La madre muestra su resentimiento a las armas, porque así mataron a su esposo y a su otro hijo. Al final, ese cuchillo será usado para asesinar al otro.


En el Romeo y Julieta de Shakespeare, el duelo a muerte entre Paris y Romeo suele ser pasado por alto, porque es un dispositivo de trama muy secundario para el final. En esta pieza es parte fundamental. Sin un solo texto, los personajes se enfrentan y se matan. Da la sensación que hay un círculo vicioso interminable de muertes, tal como lo teme y predice la madre en la primera escena. 


¿Algo que no me haya gustado de esta obra? Sí, unos interludios que están entre escena y escena, donde se hace crónica de asesinatos de la comunidad LGBT+, innecesarias, mal iluminadas, y que no aportan a la trama en sí misma, absolutamente nada. Igual con todo y ese pequeño desperfecto que le encuentro a la pieza, sigo apostando por su primer lugar. 


Determinar el segundo lugar, ya es algo más complicado. Desde mi punto de vista, el segundo lugar puede quedar entre: “Cubiertos de plata”, y “El efecto”. 


Repito, esto es solo un punto de vista, y ya sabemos que el arte tiene elementos muy subjetivos que pueden variar según la percepción de la audiencia. 


“Cubiertos de plata” es una comedia que habla de nuestra inmigración miamera. Una comedia que nos toca a todos los venezolanos, dentro y fuera de nuestras fronteras. A mí me parece lógico que el exilio hable del exilio. No es la única que lo hace actualmente. En la caja de fósforos se presenta la obra de Ana Melo, “El encargo”, sobre la inmigración venezolana en España, y en el Trasnocho Cultural, Basilio Álvarez desde España se trajo Laponia, una comedia sobre la inmigración española en Finlandia, pero criollizada para nuestra audiencia. 


“Cubiertos de plata”, tiene actuaciones muy sólidas, canciones que le dan un dinamismo a la pieza, y al mismo tiempo refuerzan la añoranza de la tierra, y la nostalgia que produce el desarraigo. Un montaje sin pretensiones; sencillo, gracioso, y agradable. Tiene chance.

“El efecto” tiene una dirección limpia, coherente, ordenada. Una obra que habla de la depresión a nivel clínico. Las actuaciones derivadas del naturalismo televisivo, no son grandilocuentes, ni memorables, pero para una obra tan racional como esta, no están desacertadas. Quizá, el extremo respeto del director a la dramaturga, no quiso atreverse a hacerle cortes a la pieza, y dentro de la audiencia caribeña que nos caracteriza, pasa factura fuerte, por eso no pienso que llegaría al primer lugar, pero tiene chance. 


Dentro de los otros premios que se dan en este festival, también puedo hacer mis apuestas. “Encuentro en el parque peligroso” de Rodolfo Santana, que a mí me recuerda a esa pieza de Albee “Historia del zoológico”, es una obra hecha para que los actores se luzcan. Y en efecto Theylor Plaza se luce y podría llevarse premio a mejor actor por esta pieza. “El Dylan” es también una pieza que tiene sus momentos de lucimiento actoral, y creo que Gladdys Seco podría llevarse el premio a mejor actriz, aunque tiene que competir con Josette Vidal, Claudia Rojas y Verónica Arellano que le roncan los motores, así que la cosa está difícil. 


Finalmente a nivel de producción, también hay lucimientos. “Cubiertos de plata”, “Encuentro en el parque peligroso”, “El efecto” y “El malquerer”, tienen producciones muy buen cuidadas, que no se pueden pasar por alto. 



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