La
sala Rajatabla se despidió ayer del grupo Deus
ex Machina, a sala llena, con la obra La Crema y Nata, obra escrita y
dirigida por Elvis Chaveinte, con las actuaciones de Gabriel Agüero, Ángel
Pájaro, Theylor Plaza, Abel García, Rafael Carrillo, Homero Chávez, Julio César
Marcano, Anthony Castillo, Rossana Hernández y Lismar Ramirez.
La
Crema y Nata, hace referencia al decir francés La Creme de la creme, que hace referencia a una élite culta,
intelectiva, es pues la ironía en la que se desarrolla toda la obra, porque
sucede en una cárcel en medio de una guerra de mafias de baja ralea.
La
obra tiene personajes simbólicos, otros alegóricos, unos acertados, otros no, y
se maneja dentro del plano de la parodia. Entre los personajes acertados está el
pran mayor al que llaman Papá Pitufo (¿Guiño a Padre Ubú?), en alegoría a
Chávez, varios personajes simbólicos como el Bebé, al que interpreta Gabriel
Agüero, un personaje paralítico que se mueve con gran dificultad, a través de
sillas de ruedas y bastones de apoyo para su condición. Este personaje, es
simbólico pues representa a toda la oposición que masacrada por Papá Pitufo, se
convierte en un líder débil; otro personaje simbólico acertado es un pariente
de Papá Pitufo al que le cortan la mano y le quitan un ojo, símbolo de la
justicia venezolana que ha quedado tuerta y manca. Por último, un militar
correveidile, que hace de doble agente y que busca comisión de todos los bandos,
la supuesta “institucionalidad” de la fuerza armada, claramente.
Entre
los personajes no tan acertados, está El Poeta, al que Papá Pitufo deja de
sucesor, en un momento de la obra. Si ésta es una obra cargada de simbolismos y
alegorías, no tiene sentido hacer alegoría del sucesor en un personaje que
maneja la palabra. Simplemente no cuadra. Hay otro personaje, Chiquito, que es
la mano derecha del Bebé, que no se desarrolla en su totalidad, pues no
comprendemos la razón de su final traición.
A
nivel de texto, la obra se hace pretenciosa al querer hacerla neo-barroca
innecesariamente, pues no corresponde a los personajes planteados. También se
nota que el autor confunde en muchas escenas la conversación con el diálogo,
esto es lo más grave, pues una parodia debe de tener un ritmo trepidante y ágil
y lamentablemente se convierte en un plomo, al abusar además de los chistes,
incumpliendo una regla inmutable para cualquier comedia, “nunca repitas el
mismo chiste más de tres veces”.
Por
último, las actuaciones están todas a la altura, especialmente el personaje de
Gabriel Agüero quien lleva las escenas más ágiles, y quien creó más
redondamente a su personaje.