“¡Aquí estuvo Raymundo y todo
el mundo!”, fue la primera impresión que tuve al salir de la función de la nueva
película de Diego Rísquez, en el que ha demostrado una evolución muy positiva
en su trabajo.
Apostando a que la película va
a ser un éxito en taquilla, se llenó de cameos insólitos, tales como Chataing
y/o Roland Carreño. Además de arriesgarse a lanzarla justo en el estreno de la
nueva película de la Guerra de las Galaxias, esperando que el producto final
sea un hit que la iguale, apuesta que debo admitir es bastante arriesgada.
Para los que no conocen al
personaje (me incluyo en el lote) Felipe Pirela conocido como “El Bolerista de
América”, fue un grande la música en su tiempo con un trágico destino.
Ingredientes perfectos para una película.
La película cuenta con
destacadas actuaciones como Natalia Román, Iván Tamayo, Samantha Castillo,
Carlos Cruz, Sócrates Serrano, Kenia Carpio, que hacen de la película, a mi
juicio, su principal atractivo. La mayoría tuvo que lidiar con un acento ajeno
al suyo, y creo que lo logran. La única actriz que desentona en la película y
no logró capturar al público con su personaje fue Greisy Mena, que interpreta a
una niña de 13 años con quien obligan a casarse.
No puedo pasar por alto que
Chino, atraerá a la fanaticada del reguetón a las salas de cine, marcando un hit en taquilla. Chino, no es actor, no
tiene ninguna herramienta actoral que lo ayuda a defenderse en la película, sin
embargo, en cine a veces vale más estar en casting
que saber actuar; sin embargo vale destacar que no desafina ni desentona cuando
canta, lo que balancea su mala actuación. El guion pone al protagonista a
narrar la historia a través de una entrevista de televisión, ingenua y
aburrida, que está desconectada con la historia, y que simplemente existe como
excusa Deus ex machina para que
comience una narración, mal estructurada y peor contada.
A nivel de dirección artística
Diego es muy cuidadoso con su paleta de colores, y los filtros en la luz que te
llevan a las épocas del reconocido cantante, además de recrear con locaciones,
carros y vestuarios aquellas épocas de antaño.
El guion cabe destacar que es
el mejor que ha llevado Risquez en su carrera cinematográfica, aunque aún con
todo, le faltó pulitura. Los conflictos de su vida personal están bien
llevados, sin embargo los de su carrera, no estuvieron tanto. Le faltó ampliar
más su distanciamiento con Billo Frometa (Héctor Manrique) y afincar más su
relación con su manager (Iván Tamayo)
que debió haberse impuesto como uno de los antagonistas, cuando su carrera
comienza a declinar; lo mismo con la historia del dealer Carlos Cruz, que pudo haber sido el antagonista con más
fuerza de la película. Samantha Castillo que interpreta a una cantante famosa,
(léase: La Lupe) tiene una
interpretación formidable, rica en humor y una frescura que sólo la actriz
logra, sin embargo dentro del arco dramático, es un personaje sobrante. Por el
contrario el personaje de Mariaca Semprun como la antagónica suegra de Felipe,
está escrito de forma que logra hacer su viaje completo en el arco dramático,
pero que en muchos momentos la actriz no pareciera lograr las intenciones
correctas.
Finalmente dentro de la
película, me llamó particularmente la atención una escena onírica en donde una
mesa flota sobre el mar y en el que el personaje pareciera tener un momento de
clarividencia sobre algo fundamental y revelador para el público, pero que al final
ni la tiene, ni la revela, que termina convirtiéndose en una escena sin
sentido.