El bien común mundial se construye con un
comportamiento ético en nuestro trabajo, sea cual sea. Los escritores no deben
escapar de esta realidad. El trabajo del escritor de ficción, es el de
construir historias provenientes de la imaginación. Estas historias suelen emanar
de una idea, que se transforma en premisa. En esta premisa, el autor revela su
escala de valores que llevan a sus personajes a un fin trágico o feliz.
Para que
la historia sea creíble no necesariamente debe ser verdadera, pero sí es fundamental
que sea verosímil. Esta verosimilitud se consigue a través de un elemento de
poder llamado persuasión. La persuasión es la capacidad que tiene un orador o
escritor de convencer con la palabra de que lo que está diciendo es creíble, en
esencia verosímil. Este poder que tienen los escritores conlleva una gran
responsabilidad, porque son éstos quienes más tienen poder de convencimiento.
Convencimiento que puede modificar comportamientos en nuestra sociedad.
Tal como afirma Aristóteles en su poética, el arte es
la imitación de la naturaleza. La naturaleza no es, como pudiera pensarse de
forma coloquial, necesaria ni estrictamente el medio ambiente correspondiente
al ecosistema del planeta. Se refiere también a los comportamientos del ser humano que están
intrínsecos en su ser, ya sea por herencia biológica, medio familiar en el que
se desenvuelve, medio político (desenvolvimiento en el plano exterior y/o
colectivo), creencias religiosas, situación histórica presente y moral. Por tal,
el escritor se nutre de estas diversidades de la naturaleza del hombre, para
espejar a su sociedad, de forma naturalista, realista, simbólica,
expresionista, existencial, absurda y demás escuelas existentes en este campo
del arte. La moral tiene aquí una relevancia de suma importancia porque el
escritor debe buscar sembrar en su público targetuna
consciencia que lo ponga a pensar sobre la situación en la que está inmerso.
En la antigua Grecia, quienes tenían este poder de
convencimiento eran los sofistas, quienes a través de la palabra oral, podían
convencer a sus semejantes de cualquier cosa. Este poder de convencimiento
podía modificar leyes, pedir derecho en la asamblea, y un sin número de cosas,
lo que nos da pistas sobre la condición natural del ser humano.
Decía Aristóteles que el ser un humano es un animal
político por naturaleza. Esta afirmación hoy día puede parecernos falsa o no
vigente, porque en la calle nos encontramos a muchas personas que alegan no
interesarles la política ni saber nada de ella y esto se debe a que, como
sociedad postmoderna, hemos perdido el sentido originario de política. La
política proviene de la palabra polis,
que se acerca más o menos a lo que hoy día es la ciudad y somos todos políticos en el sentido de que formamos parte de la
ciudad y nos preocupamos por nuestro ambiente que existe fuera de nuestra
esfera personal, que vendría siendo el núcleo familiar y en algunos casos el de
nuestras amistades. Somos pues un ente por naturaleza social y sabemos que no
estamos solos en este mundo. Debemos interactuar con otros seres humanos, no
solamente por el contrato contractual político (que sí vendría a ser lo que
llamamos modernamente “La política”), sino porque está en nosotros psicológica,
antropológica y sociológicamente la necesidad de tener compañía con otros seres
y de comunicarnos.
En conclusión, el escritor tiene necesidad de comunicar
algo. Es fundamental que, sabiendo el poder de convencimiento que tiene, tenga
la consciencia de que sus valores estén intrínsecos en eso que escribe para
hacer de nuestra sociedad una mejor. Por mejor se entiende que apunte a un estado
de bienestar moral y espiritualmente más elevado, porque en esencia la
escritura es alimento para el alma y se debe llenar, buscando siempre una
calidad de vida mejor para el público que lee o vea lo que estamos escribiendo.