martes, 14 de diciembre de 2010

El Fabulador


“El precio de la verdad” es una película filmada en 2003, inspirado en un reportaje de Buzz Bissinger de la revista Vanity Fair y la novela que luego escribió bajo el título “El fabulador” donde narra la historia de un periodista (Stephen Glass) que inventa noticias para escalar rápidamente en su carrera periodística (En The New Republic prestigiosa revista de actualidad y política en USA). Esta película está basada en hechos reales, en el marco del reciente electo presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton a finales del siglo XX.

La película comienza con uno de sus falsos relatos (Spring Breakdown) donde cuenta la hipócrita conducta de una comunidad de estudiantes burgueses del bando republicano, fumando hierba, emborrachándose, maltratando muchachas inocentes y hablando mal del propio partido al cual pertenecen.

En el periodismo la figura del jefe de redacción (también conocido como Editor) tiene no solamente la ardua tarea de corregir los errores de redacción y estilo de los periodistas, sino también de confirmar si todos los datos que aporta el periodista en su historia son reales. Cuando Stephen Glass cuenta esta primera historia, el Editor es Michael Kelly, quien tiene una posición tolerante no paternalista con sus reporteros. Al recibir una queja del comité juvenil del partido republicano donde esgrimen la falsedad del reportaje por el detalle de que en el hotel donde estaban hospedados estos estudiantes, no tiene servicio de mini-bar y por lo tanto no pudieron consumir botellitas de licor con los cuales supuestamente se habían emborrachado. Cuando el editor (Michael) llama al periodista (Stephen) a hacerle notar de esta queja, la respuesta de Stephen es la de haber recurrido a la ligereza especulativa de no ser un mini-bar si no posiblemente un mini-freezer alquilado. El editor Michael acepta la respuesta del periodista pero una vez ausente reconfirma el hecho en la fuente directa y, en el relato fílmico, queda en suspenso la veracidad del hecho. Cerrando la elipsis, en el encuentro final de ambos colegas, Michael le vuelve a preguntar sobre los hechos de aquella primavera republicana y le recuerda el incidente del mini-bar y sólo obtiene por respuesta el silencio de Stephen dejando el claro lo que es: un fabulador.

Seguidamente el dueño del periódico, Marty Peretz, tiene una fuerte discusión con el editor en cuestión y lo despide, no solamente por enfrentársele y herir su orgullo, sino por su supuesta negligencia en las formas de redacción. Esto hace que el siguiente editor sea Chuck Lane, considerado por Marty como el mejor periodista de su staff. Lane, no tiene el status y la estima del resto de la planta periodística a diferencia de Stephen que sí la tiene por su carácter jovial, simpático y adulador.

La razón es que Stephen tiene una mayor capacidad de socialización con los demás. Como trabaja en su mayor parte con mujeres, este periodista usa técnicas de manipulación como estar pendiente de los pequeños detalles, cosa que a las mujeres les encanta, cosas como que les trae chicles, esta pendiente de sus looks de cabello, su lápiz labial, se hace el que esta profundamente en contacto con sus sentimientos, hasta incluso llega a inventar rumores como que es homosexual simplemente para justificar estos comportamientos. Este es su principal escudo con sus compañeras periodistas a la hora de los reclamos de su nuevo jefe de redacción (Chuck Lane)

Al entrar Chuck a la jefatura editorial, el nuevo artículo del periodista es Hack Heaven (Paraíso del Hacker) que se convierte en el corpus del relato fílmico y donde es descubierto por un medio ínter-náutico. En la historia inventada un niño hacker malcriado recibe aplausos y ovaciones de una supuesta comunidad de hackers después de haber estafado a una gran multinacional. Para confirmar esta historia el nuevo editor Chuck contacta a otro editor de la competencia para comparar y verificar si los otros medios están cubriendo la historia de la misma forma. Allí descubre que el reportaje es una fabulación. No existe la noticia porque no existen los hechos. Eso produce unas fuertes fisuras entre la deontológica profesional, la ética y la moral periodística.

Ambos editores en su llamada telefónica plantean y proyectan los posibles problemas que pueden emerger una vez que el medio descubra la farsa informativa y publique la mentira. Chuck defiende a su colega como superior. Una descalificación pública afectaría por completo la carrera personal del periodista y salpicaría la inmaculada veracidad de la revista. El editor del medio cibernético en pacto de caballeros fija su postura en tiempo (informa la fecha de salida del artículo) y advierte que no convertiría en escarnio público a un colega, pero que debe comprender que se ha cometido un delito comunicacional y eso también es noticia y no se debe ocultar. Abre así un lapso para reconfirmar hechos del cuestionado reportaje donde participa en su rescate el propio editor al lado del periodista quien cada vez más va desnudando la mentira a medida que avanza la investigación de los hechos, todos ficcionales.

Los colegas periodistas de The New Republic asumen un gremialismo automático y deciden apoyar a Stephen sin confirmar y confrontar el reportaje en cuestión. En principio el editor Chuck decide suspenderlo y Stephen manipula con una supuesta debilidad psicológica que no es más que la máscara del fabulador que se burla de sus lectores y de la carrera misma atentando no sólo a los principios de la deontología periodística sino también a la ética. Stephen recurre al llanto, la súplica, el exceso de trabajo y lucha hasta las últimas causas su descarada mentira cuando Chuck descubre que no es sólo ese reportaje una quimera sino 27 de los 41 artículos que firmó para la revista.

En resumen, Chuck descubre finalmente que Stephen es un gran farsante y ha engañado a sus compañeros y a todos los lectores que han tenido a este medio como uno de los más veraces y de alta credibilidad en la selecta casta de políticos, incluyendo la lectura de los presidentes de Estado.

La carta de disculpa finalmente no es redactada en solitario por el editor, sino por la conciencia colectiva de los compañeros que vieron finalmente que su Editor en jefe estaba en lo cierto al quitarle la máscara de periodista a Stephen Glass. Muestra de esta manera que los colegas sopesaron la carrera y manipulación de su cuestionado compañero y optaron por una resolución ética. Son compañeros de trabajo pero deben distinguir entre un error casuístico que puede ser perdonado, a una reiterada, alevosa y compulsiva manera de mentir imperdonable en esta profesión.

La película finaliza con un juicio donde se esclarecen los delitos cometidos y observamos que el periodista acepta con su silencio que había inventado 27 reportajes parcial o completamente. Como ilustración fílmica Stephen lleva el hilo conductor del relato frente a unos estudiantes de comunicación social presentado como un ejemplo a seguir del periodismo contemporáneo… pero al final observamos, nuevamente, que se trata de otra de las fantasías del protagonista. Esta revelación final nos hace pensar que el protagonista es un mitómano, de allí sus viciosos excesos en la mentira.

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