
Nixon vs. Frost es una película basada en hechos reales sobre un presentador inglés que ve la oportunidad de hacerle una entrevista al expresidente de los Estados Unidos, Richard Nixon. Como este trabajo pretende analizar el enfoque ético periodístico y no político, se analizará al personaje de Frost y no de Nixon. Desde el punto de vista ético no hubo ninguna falta ya que para la conformación de la entrevista se hace un acuerdo previo y pago de cuatro entrevistas que cada una tiene un tema distinto (Asuntos internos, Política exterior, Nixon: El Hombre, y El caso Watergate en ese orden). Desde el punto de vista deontológico Frost cumplió a cabalidad el acuerdo, ya que las entrevistas se lograron hacer justo en ese orden y sin ningún retraso dentro del horario establecido.
La película comienza con el rechazo de todos los canales de televisión norteamericanas a cubrir con los gastos para la entrevista ya que ningún canal veía con entusiasmo que David Frost tuviera éxito alguno. Las razones son obvias, es muy extraño que un animador inglés, cuyos programas de televisión son bastante frívolos, (Especie de Daniel Sarcos), se inmiscuya en la política norteamericana. Sin embargo es admirable el valor periodístico que tuvo esta entrevista para Estados Unidos, en caso contrario no se hubiese hecho esta película.
Es interesante destacar la personalidad frívola y poco seria con que se toma este hombre el proceso de investigación con su excesiva confianza, en comparación con sus investigadores, y obviamente subestimando a Nixon, olvidando así que es un político a quien se va a enfrentar y por muy bueno o muy malo que haya sido en su administración, un político siempre tendrá un dejo maquiavélico, natural en cualquier mandatario. Esto le trajo muy malas consecuencias para su primera entrevista en primer lugar porque Nixon usa la técnica de descolocar al periodista justo antes de comenzar a grabar, haciéndole ver lo “afeminados” de sus zapatos. Una vez desconcentrado, Frost comienza la entrevista con una pregunta del caso Watergate, olvidando así que ese no era lo programado en lo pactado previamente. Sin embargo, Nixon es un hombre preparado y supo, como todo buen político, esquivarle la pregunta, haciendo respuestas extremadamente largas sin interrupción del periodista evidenciando así que Nixon sí había hecho su tarea de prepararse para la entrevista y Frost no.
Para la segunda entrevista Frost llegó un poco más preparado, y hubo de hecho alguna mejora en la entrevista sin embargo todavía no lograba dar en el blanco. Nixon volvió con la misma técnica de descolocarlo justo antes de la entrevista, hacer respuestas largas, con prácticamente el mismo resultado. Para este punto sus investigadores querían colgarlo del palo mayor, principalmente porque no había logrado sacarle nada nuevo ni de interés para el público.
En la tercera entrevista que era sobre su vida personal, siguió ganando terreno sin problema alguno. Frost todavía no había aprendido y Nixon ya confiado volvió con su técnica del descolocamiento y pasó a la siguiente ronda prácticamente intacto.
En la noche previa a la entrevista final, Nixon llama a Frost por teléfono en un serio estado de ebriedad y le confiesa la importancia que puede tener esta entrevista para cualquiera de los dos. Le confiesa que sólo uno podrá brillar y el otro quedará opacado. Esta llamada es lo que termina de despertar al periodista adormecido que se encuentra en él. Se produce un cambio y se sumerge en la investigación periodística de manera seria y profunda. Para esta última entrevista los papeles se invierten por completo, Frost aprende la lección y comienza descolocando a Nixon. Frost logra derrotar a Nixon haciéndole confesar, logra el objetivo. La entrevista es salvada y Frost logra así redimir su ética de buen periodista.
En el epilogo Frost visita a Nixon a su casa con un pequeño regalo, con la intención de que no quede ningún rencor por la entrevista, lo que demuestra la buena voluntad del periodista. Este mensaje final nos hace reflexionar sobre saber diferenciar la vida personal de la pública. Si tenemos un conocido al que, nosotros como periodistas vamos a entrevistar, no importa que tan amigo nuestro sea, debemos deslindar todo sentimentalismo que pueda afectar nuestro trabajo, allí la importancia y proyección de la ética periodística.