Si hubiese sabido que Basilio Álvarez escribió el
reconocimiento que me hizo la fundación Fernando Gómez, quizá hubiese escrito
algo más sobre mi paso por el grupo Skena. Fue sinceramente una velada
maravillosa. La entrega la hizo Gerardo Soto, que tiene para mí una significación
también muy importante. Gerardo, como él mismo dijo en la ceremonia, me cargó
cuando era un bebé, como un tío abraza a su sobrino. No puedo sino estar
agradecido. Con el grupo Theja, que me vio crecer desde un bebé, con Skena
que vio mi proceso de adolescencia, JOTA CREATIVA, que me han sostenido en la
adultez, mi papá, y han creado las condiciones para mi florecimiento como
artista.
Aquí, en modo de agradecimiento, transcribo las palabras
que Basilio escribió para mí, y seguidamente, mi medio polémico discurso de agradecimiento a
la fundación Fernando Gómez:
“A mediados de 2005 con apenas 16 años, Jan Vidal se
inscribía en el taller juvenil de formación actoral del grupo teatral Skena que
comenzaba a funcionar en el Teatro Trasnocho, iniciando así su primer proceso
de estudio formal de la actividad teatral, que ya sin pedirle consentimiento ni
permiso llevaba en la sangre, en el sudor y en los sueños que su inconsciente
guardaba desde recién nacido, ya que como él mismo afirma “desde la cuna estoy
en el teatro, todo el Grupo Theja me cargó cuando era un bebé”: y si bien esto
es cierto, no es para nada suficiente que un bebé viva, conviva y patee un
escenario, o juegue y corra por los pasillos de un teatro importante, ni que
sus padres y padrino formen parte de uno de los grupos más importantes del país
para definir su vocación ni su pasión en la vida.
Si bien Jan podría considerarse heredero de una tradición
teatral que su familia ejerce desde décadas, Jan Vidal no es herencia, Jan es
esfuerzo propio. Y por eso recibe este reconocimiento.
Así lo demostró desde sus primeras obras de taller cuando
original, desinhibido, libre, valiente, pasando por encima de todas las
dificultades y aparentes limitaciones, consiguió por sobre todos sus demás
compañeros un grado de verdad y honestidad que comenzó a destacar su trabajo
con un desparpajo creativo que lo llevó a no censurarse jamás y ser un joven de
teatro que camina hacia el hombre de teatro que algún día será.
Él mismo comentaba cómo desde pequeño, visitaba el Teatro
Alberto de Paz y Mateos, donde presenciaba el trabajo de dirección de su padre
con el grupo Theja… “Me llevaba mis juguetes para jugar mientras mis padres ensayaban”
y quienes respetamos hoy su trabajo nos atrevemos a fantasear que quizá el niño
Jan era quien en realidad volaba con su mente y ensayaba la creación de mundos
nuevos y fantásticos mientras su padre era el que jugaba.
La mente de Jan vuela muy rápido, a una velocidad que le
permite crear más allá de su cuerpo, que a veces no le permite comunicarse y
hablar a la misma velocidad a la que su cerebro inventa, por eso en algunos
momentos sus fantasías se hacen realidad en papel por medio de la escritura
donde ha sido capaz de pasearse por las calles de un cementerio de Casas Muertas
con la misma destreza con la que cabalga entre las líneas de una Calva Diva
coqueta y tremenda con la que se atreve a guiñarle el ojo a Ionesco o convertirse
de forma natural en un gallego emigrante que se pasea por la Caracas de los años
cincuenta en “La catira del general”, hasta dibujar sobre sí mismo a un Uslar
Pietri que juega con sus amigos invisibles, esos seres invisibles a los que Jan
descubre y se enfrenta hasta vencerlos porque el ser de Jan ha sido desde que
se inició en las artes escénicas, un ser creador que involucra cada célula de
su cuerpo y cada uno de sus sentidos en su trabajo, con la particularidad de
que cada uno de ellos están en acción constante todo el tiempo. Por eso en sus
interpretaciones, cada parte de su cuerpo juega con esa aparente discrepancia
que al final consigue la armonía.
Jan es el ejemplo perfecto de que por encima del talento,
el legado, la herencia y el apoyo familiar, que los tiene, los valora y dignifica,
está su talento, capacidad de trabajo y entrega convirtiendo su circunstancia
en herramientas alternativas de trabajo que distinguirán de los demás creadores
de su generación”.
Basilio Álvarez.
Fernando Gómez era referencia obligada cuando comencé a
hacer teatro. Del oráculo de ancianos, junto a muchos otros como Isaac Chocrón,
Ligia Tapias, Ugo Ulive. No saber quién era, significaba una falta de cultura
general grave. Varias veces coincidimos como espectadores de alguna pieza
teatral, pero jamás pensé verlo en escena.
Es un impacto ver a un actor nonagenario invistiendo a un
abogado, solo. Sin juez, ni fiscal, ni testigos. Sólo la defensa. Es teatral,
por supuesto. Y al final el público se lleva si el abogado tenía una causa
justa o no. En lo que no había debate era en la interpretación de sus palabras.
La tan mentada verosimilitud. Estoy hablando, por supuesto, de su obra “El juicio
del siglo”. También te pone a pensar, que el actor no se retira, mientras
respire. Aquí hoy tenemos una prueba viviente de ello. Jorge Palacios, que a
sus 80 años hizo King Lear con una energía impresionante. A quien sí se debería
obligar a retirarse es a los políticos, pero bueno, prometí no hablar hoy de
política.
Tania Sarabia nos deleita con su vis cómica, y nos recuerda
que “la vida es un ratico”. Virginia Aponte que estuvo años formando gente en la
UCAB. Luigi Schiamanna creo que la primera vez que lo vi actuando fue haciendo
La pareja dispareja de Neil Simon… ¡Morcillero! Y aunque no siempre estoy de
acuerdo en la duración de sus obras… son un gran aporte a la dramaturgia
venezolana.
Gerardo Soto, que lo conozco desde que tengo memoria,
porque como saben, yo soy del team Theja, aunque nunca haya trabajado allí. Por
ahora… Y ahora que recién vi en el festival de jóvenes directores Geranio, me
acordé de uno de los mejores personajes que ha hecho. Si no han visto todavía
“El Malquerer”, les queda este fin.
Igual toda mi primera formación la hice allí en el Theja,
porque viendo se aprende mucho. La primera obra que recuerdo haber visto fue en
el Alberto de Paz y Mateos. Calderón era un maestro de la palabra, barroco como
sólo él podía ser, y era Luis Fernández con una energía tan poderosa que me
marcó. El Príncipe no se llama constante, sino Fernando, que es constante en su
fe. Así crecí yo. Rodeado de hombres y mujeres constantes en su fe por el teatro.
Empezando por mis padres, Javier Vidal y Julie Restifo.
Mis padres que han dejado tantos personajes emblemáticos:
Mateos y Estrella del Río, la Mamá de Penélope, Diógenes Escalante, Estrella
Serfati, El primo Levi, La señora Imber, Isaac Chocrón, Teotiste y Tiresias,
las mamás de Grecia, La sufrida Carmelita, mamá de Carmen Rosa, y El ácido y al
mismo tiempo dulce señor Cartaya de Casas Muertas … ¡Armando Reverón! un
personaje que hereda mi papá de Fernando Gómez… Seguía estando vivo cuando mi
papá lo hizo. Y ya no le pertenecía a él, lo aceptó así con la mayor de las
humildades. ¡Bernarda Alba! ¡Qué tino! Hacer la Casa de Bernarda Alba con
actores representando mujeres en la Andalucía mora… ¡Brillante!
Orlando Arocha me acompaña en esta premiación, ¡Qué honor!
Orlando que, desde su trinchera en la Concha Acústica de Bello Monte, sigue
apostando por su teatro. Me quedé boquiabierto con ese Moliere de Goldoni. Y
ahora que me reúno tanto con él por las clases de su taller de dirección,
quiero retrotraer una reflexión que hizo en una de sus clases. Los que se
acostumbran a estar encima de alguien, cuando ya no lo están, no saben caminar
con sus propios pies. Y ese es un mantra que me llevo de su taller superior de
dirección, “camina con tus propios pies”, y este premio es y será un incentivo.
Un recordatorio de en lo que tengo que trabajar.
Y bueno, esta circunstancia biológica que no puedo negar me
convierte en un Nepobaby que le dicen ahora. Si no saben de lo que hablo,
googleenlo. Soy lo que soy, si me gané este premio es porque hay un jurado que
cree que lo estoy haciendo bien. Con eso me basta. Un incentivo para seguir
haciendo un teatro de excelencia.
Un teatro que dialogue con el público, en contacto con la
realidad venezolana, que entretenga, que emocione, que cuente buenas historias.
Exigente, de calidad… ¿No es eso lo que
queremos todos? Más allá de nuestras diferencias artísticas, debemos enfocarnos
en lo que nos une. Nos une el amor, nos une nuestra dedicación, nos une nuestro
talento, nos une nuestra entrega, nos une el teatro. Así que bueno, mi
agradecimiento a toda la junta: Virginia Aponte, Francis Rueda, Tania Sarabia,
Luigi Sciamanna, Gerardo Soto, Kiddio España, Carlos Silva, a mi señor padre, y
a los ganadores del año pasado, Aura Rivas, Yuma y Abilio Torres, que entiendo
también tienen derecho a votar para esta edición. Ahora me toca la
responsabilidad de dar mi voto por este premio. Este año no tengo excusas para
no ver teatro. ¡Sigamos haciendo!
Jan Vidal